El mantón de Manila. Esa pieza tan nuestra, que respira brisa española en cada uno de sus hilos. Una pieza que nos transporta en el tiempo, a las rutas marítimas, a las costas orientales de Filipinas. Sin duda una pieza tan enigmática como favorecedora, que tiene sus defensores y detractores, llena de polémica y a la vez, sensual y tradicional. Y que por supuesto, por su elegancia, se convierte en un perfecto complemento para nuestros looks de invitada. (Foto sacada de Whiteveils )
Quizás quién mejor puede definir lo que significa llevar un mantón sea Benito Pérez Galdós, en su novela Fortunata y Jacinta, donde escribe: "Envolverse en él es, como vestirse con un cuadro [...] La industria no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño"
Todavía recuerdo a mi madre llevándolo
en una boda a modo de chal en plenos 90. Por aquella época, el chal en
las bodas era lo más, y quizás por eso, se agotó la fórmula hasta el
punto que se ha convertido en algo desfasado. Aquella tendencia quizás afectó de modo directo al mantón de Manila, cuya hegemonía cayó en picado, desapareciendo del ámbito bodil hasta hace unos pocos años. Quizás sea por la nostalgia, por sus bordados o por ese porte elegante que da el solo llevarlo, pero lo cierto es que el mantón de Manila resurge y vive una nueva vida. Y nos encanta. Asi que desenpolva el mantón de tu madre o abuela, que nos toca ir de boda.
Fresón
Los colores más socorridos como siempre el negro (rey de la pista donde de precie) y el beis, blanco o tonalidades más claras. En cierta manera es entendible: la adquisición de un buen mantón de Manila comporta un desembolso de dinero que es preciso elegir algo que combine con casi todo. Una manera de amortizar el dinero invertido, y que entiendo perfectamente. Son las tonalidades más clásicas, pero que por eso mismo funcionan siempre.
La fórmula siempre observo la misma: sencillez. Vestido tipo cóctel de colores lisos, a juego con las tonalidades de los bordados del mantón. Y es que el mantón aporta de por sí, como diría Galdós, esa poesía que no precisa de más. Podríamos caer en la borrachera de añadir y añadir. Creo en este punto que menos es más, aunque nunca diría que no a experimentar, pero eso sí, solo apto para avanzadas en materia.
La Champanera
Otra combinación posible es jugar el color llamativo del mantón en el caso de que no sea el clásico beis o negro, y poner el toque de color justo en la pieza. Un sencillo vestido negro junto con el mantón en color. Nos encanta las opciones de jugarla con azules bebé y amarillos vibrantes.
Si tienes ya el tuyo, ¡enhorabuena! Porque es una herencia preciosa. Si no lo tienes y quieres darte el caprichazo del año, en la actualidad tenemos muchísimas opciones para elegir, los precios varían en función del bordado y del enflecado. Los bordados muy profusos o con flores grandes siempre aumentan el precio. Pero esto no quita importancia al enflecado: un buen enrejado da apariencia al mantón y señorío. Cuidado con elegir uno con calvicies, una opción media es siempre lo mejor.
Para mí y por mi experiencia, por calidad-precio y por la calidad en el servicio, os recomiendo los mantones Foronda. Es el único lugar donde he visto los precios más adecuados comparando con otras marcas, y lo mejor, me encantan sus diseños. Hay para todos los gustos. Otra marca que me encanta es Navas.
Mantón Juan Foronda Blanco
Mantón Juan Foronda Negro
Mantón Juan Foronda Beis
Mantón Juan Foronda Negro
Por supuesto, hay muchísimas opciones en el mercado, no solo estas. Eso es lo bueno, la alta variedad y gama de artesanía que tenemos la suerte de disfrutar en nuestra tierra. Yo me tiraría a la piscina de cabeza con el turquesa o el coral.
¿Y vosotras? ¿Os convence el mantón como complemento de invitada?
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